Las horas pasan, los días transcurren y se acerca el tan ansiado domingo, momento en que la pelota comenzará a rodar en el teatro albirrojo. No será un partido más, será la tan codiciada final, una especie de revancha de la vivida en 1997 donde no pudo alcanzar ese esquivo campeonato que hace más de 100 años no consigue.
Miles de hinchas se preparan e ilusionan con poder gritar ¡dale campeón!, dos palabras que nunca pudieron entonar en dicho club, pero que sin dudas ameritan hacerlo. Tanto tiempo de trabajo y sacrificio merece recompensa.
Un par de generaciones pasaron desde aquel 2 de septiembre de 1916 y nadie pudo sentir el placer de festejar un título, pero ahora todo indica que se cortará el maleficio. Un partido separa a tan prestigiosa institución de alcanzar la gloria, tan solo noventa minutos; las agujas ya empiezan a bordar la primera estrella en el escudo y la vitrina ya reservó un lugar para el trofeo.
Solo resta esperar y que la pelota entre en el arco rival, lo primero más complicado que lo segundo. La ansiedad se apodera de los hinchas albirrojos, los días duran semanas y las noches se hacen eternas, el sueño parece no llegar nunca. Los pensamientos aparecen y nada es importante comparado con el próximo partido de la diamela.
Juan P. Gandino





Facebook Comments